TWO PEAS IN A POD — Como dos gotas de agua

Caprice V, Karen Drupree Cruz

By Armida Read

The following months were very sad and tedious. I would often look at the sky skeptically lost in thought. I missed Milan so much that I spent the days locked in my apartment, listening to the radio. My head went over the possible causes of his disappearance about a million times, always to conclude that whatever the cause had been, I had to let go. However, I couldn’t take him out of my mind. 

More interesting, being an atheist, I began going to church. I needed some answers, to feed my soul with bible messages, to reencounter peace and beauty. And by attending services regularly, I learned that God grants you wishes if you have faith and you know how to pray. The truth is I didn’t have any faith. So I started to pray, just in case. 

One evening I was heading to the market for a soda, looking at the sky as usual. When I looked back down, I almost fainted. In front of my eyes, I saw an angel-like being. He would be better described as Milan’s double coming out of the market. As he opened the door, I could see that he was carrying a pack of beer under his arm (an eighteenth pack, of course). Well, his taste for alcohol seemed to differ from what I was used to, but I didn’t know that two men could look alike so much. With elegance and speed, I inspected him to conclude that I wasn’t dreaming. I also concluded that he liked me. Third conclusion, he was kind of fast. We exchanged four words and that was it: 

-Corona.- I said. 

-Yes, my favorite. 

When I came out of the market, he was still at the door waiting for me. It was raining. Next, he walked me to church and, when we said good bye, I had to twist my face so he wouldn’t french kiss me in front of the Lord’s house. As I said, I am an atheist. But from that day, I believe in miracles.  

(From Winter Fictions ) Contact the author: armida.reed@yhaoo.com

Miami Night, oil painting with palette knife-Miami de noche, pintura al óleo con espátula, Leonid Afremod

Por Armida Read

Los meses siguientes fueron muy tristes y tediosos. A menudo miraba al cielo escépticamente perdida en una nube de recuerdos. Extrañaba tanto a Milán que me pasaba horas encerrada en mi apartamento escuchando la radio. Repasé mentalmente las posibles causas de su desaparición alrededor de un millón de veces, siempre para concluir que, cualquiera que hubiese sido la causa, tenía que olvidarlo. Sin embargo, no podía sacármelo de la cabeza. 

Más interesante todavía, siendo atea, comencé a ir a la iglesia. Necesitaba respuestas, alimentar mi alma con mensajes bíblicos, reencontrar la paz y la belleza. Y oyendo misa regularmente aprendí que Dios concede deseos, si tienes fe y sabes cómo rezar. La verdad es que yo no tenía ninguna fe. Así que empecé a rezar, por si acaso. 

Una tarde, iba en dirección al supermercado a comprar una gaseosa mirando al cielo como de costumbre. Cuando volví a mirar al suelo, casi me desmayo. Delante de mis ojos había a un ser con forma de ángel. Podríamos describirlo mejor como el doble de Milán que salía del supermercado. Cuando abrió la puerta, vi que llevaba una caja de cervezas bajo el brazo. De dieciocho botellines, naturalmente. En realidad, su gusto por el alcohol parecía diferir un poco del que estaba acostumbrada, pero no tenía ni idea de que dos hombres podían parecerse tanto. Con elegancia y velocidad, le inspeccioné y concluí que no estaba soñando. También concluí que yo le gustaba. Tercera conclusión, era más bien rápido. Intercambiamos cuatro palabras y fueron suficientes. 

-Corona –dije yo. 

-Sí, mi favorita. 

Cuando salí del supermercado, él todavía estaba esperándome en la puerta. Estaba lloviendo. Después me acompañó a la iglesia, y cuando nos despedimos, tuve que girar la cara para que no me besara en la boca delante de la casa del Señor. Como ya he dicho, soy atea. Pero desde ese día, creo en los milagros. 

(De Winter Fictions (Ficciones de invierno)) armida.reed@yahoo.com

Traducción: Mar Martínez Leonard

MARGOT EN LA TERCERA OLA -Margot on the 3rd Wave

Fionn solía pensar que no hay mal que por bien no venga…

Sus ojos azules, cansados. Su vestido rojo. Su vestido azul. Alguien que se aleja con prisa. Alguien que se acerca despacio. La luna azul. Todo azul como el cielo sin nubes. Fionn se mira desde afuera respirar profundo, sonreír. Una onda de relax desciende desde la cima de su cabeza y resbala por sus orejas. Es esa sensación como en aquel juego de cascar un huevo suavemente sobre la coronilla.

Una ventana, un árbol, un auto, su mascota que duerme, su mascota que observa por la ventana, su mascota que le mira desde su pelaje pardo flanqueado por blanco ceniza. Fionn se despierta con la frente apoyada sobre las manos en la mesa. No recuerda su sueño.

La lavadora está centrifugando la luminosidad de la mañana, que se torna en ondas de agua sobre el tejado rojo. Ahora nada es fácil, no que todo sea difícil, pero demasiadas cosas hacen que Fionn arquee sus cejas y su corazón palpite salvajemente. A menudo vuelve a la calma cuando piensa en Margot.

Fionn solía pensar que no hay mal que por bien no venga, pero ahora cree que no hay bien que el mal no haga, y justo la semana pasada llamaron a Margot para reincorporarse a su trabajo en el hospital.

Por Mar Martínez Leonard

Imagen de Carol Kramberger (editada por Galileo Contreras)

Her blue eyes, tired. Her red dress. Her blue dress. Someone walking away in a hurry. Someone approaching slowly. The blue moon. All blue like a sky without clouds. Fionn sees himself from the outside breathing deeply, smiling. A wave of relaxation comes down from the top of his head and runs down his ears. A sensation like in that game of gently cracking an egg on the crown of your head.

A window, a tree, a car, his pet that sleeps, his pet that looks out the window, his pet watching from its brown fur flanked by white ash. Fionn awakens with his forehead resting on his hands on the table. He doesn’t remember his dream.

The washing machine is spinning the morning light that turns into water waves over the red roof. Lately nothing has been easy, not that everything is difficult, but too many things make his eyebrows rise and his heart pound wildly. Fionn often calms down when he thinks of Margot.

Fionn used to believe there´s no evil that doesn´t bring good, but Fionn now believes there´s no good that doesn´t bring evil, and it was just last week when they called Margot back to work at the hospital. 

Mar Martínez Leonard (text and translation)

Photo: Prague houses, Eva Serna – edited by Galileo Contreras

Oniria en la Niebla

Por Mar Martínez Leonard

—¡Buenos días, cariño! Hay café en la cafetera.

Mario posa sobre la mesa unos alicates que porta en su mano derecha y toma un sorbo de la taza bajo el colador. La taza golpea el mármol.

—Lo has hecho mal, Diana. ¡Salió frío!

La cancela se cierra de un golpe. Diana vacía el colador y lo llena de café molido fresco, luego prepara otra taza caliente. 

Esta vez Mario regresa antes de que el café se enfríe y lleva a su escritorio la taza que Diana ha preparado. Como cada mañana desde hace un año, prende la televisión. Es temprano todavía y Diana se tumba en el sofá. El eco gris del noticiero de las 8:00 a.m. se va extinguiendo entre lágrimas y voces dispersas que se elevan hasta la mesa.

La cabeza de Diana se va hundiendo en el brazo casi plano del sofá. Tras la ventana, la niebla tizna de gris las flores ambarinas. La mirada de Diana está clavada en el techo mientras su fantasía recrea largas caminatas junto al mar.

—Voy a salir a dar un paseo —informa solemne Mario.

—Pero, no se ve nada.

—Precisamente por eso. Quiero ver la niebla.          

—¿Voy contigo?

—¡No! Quédate aquí. No voy a esperar a que te vistas. Adiós, salgo. 

Diana cierra el libro que le ha recomendado su instructor de la academia y se deja caer un poco más en el sofá. El tedio de la mañana nublada y el claroscuro bajo el tragaluz han vencido su ánimo antes de vestirse.

Suena esa canción de Patti Smith que configuró como sonido de alarma: “Hay una ciudad al norte de Ontario… Ventanas azules, azules bajo las estrellas…” Diana imagina ahora que flota en una de las nubes afuera y que abajo hay una playa donde las olas rompen suavemente en la arena.

El timbre de la melodía envuelve toda la sala: “Luna amarilla en ascenso, grandes pájaros cruzan el cielo volando, arrojando sombras en tus ojos…” Las guitarras nostálgicas y casi místicas le resultan relajantes: “Nos dejan desamparados, desamparados, desamparados”.

La espalda de Diana se va hundiendo progresivamente en el sofá, su cuerpo está lleno de música. De repente, los puños de Margot percuten violentamente sobre la puerta:

—¡Diana! ¡Diana! ¡Dianaa! ¡Tu alarma ha sonado dos veces!

Diana despierta sobresaltada y extiende la mano hasta apagar el despertador. Después oye los pasos de Margot alejarse por el pasillo hasta su departamento. Recuerda ahora que Mario ha salido a dar un paseo hace un rato y lo imagina deambulando entre gotitas de agua en suspensión. Si bien falta mucho para la hora del toque de queda, la sensación de pavor parece flotar todo el día entre las casas.

Desde lo más profundo de su conciencia surgen dudas sobre muchas cosas. Hasta duda de la realidad misma. ¿Habrá sido la conversación con Mario un sueño? Diana se incorpora desde el sofá en dirección al cuarto y comprueba que Mario no está.

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Imagen de http://www.freepik.es, Mujer en la montaña con niebla.


El azote del hambre

Por ANTONIO ARJONA

Mi hija Silvia, mi hijo Daniel y yo elevamos sueños hasta la luz del sol para construir con ellos nuestro hogar. Despertamos, y la realidad nos da un buen vaso de mala leche. Esta tarde, mientras escarbaba en uno de los contenedores que nos suministra el menú diario, Silvia devoró una salchicha sin que yo descubriese la fechoría. Al llegar la noche, para cenar, tan sólo había sopa de esperanza y frío. Silvia entró en la chabola y vio como su hermano Daniel era azotado por la sucia mano del hambre, la culpa le dio patadas en las tripas hasta que vomitó la carne arrebatada de las fauces de la miseria.

antonioyarjona@gmail.com

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Ilustración de Elian Tuya


La fiebre del oro negro

Por JOSÉ GALILEO CONTRERAS ALCÁZAR

Teníamos las manos negras, de los pantalones chorreaban gruesos hilos viscosos que venían a dar a la arena, más negra aún, de la playa. No quedaba un alma en la ciudad, todos venían a borbotones a buscar algo que hacer con ese oro acumulado que al final nos había empobrecido. Las gaviotas y palomas no podían volar, terminaban como manchas muertas en cualquier acera, los peces muertos más grandes los pasábamos de mano en mano por grandes filas de hombres y mujeres que ahora maldecían la voracidad del caos que el petróleo nos regalaba. Qué nos deparará ahora si después de tanta compañía, después de tanto progreso a su lado, solo nos veníamos envenenando, si después de venerar las venas negras que nos hacían mover el mundo ahora el mundo nunca más se movería. Era triste, pero también fue grandemente esperanzador que desde ahora nosotros seremos los que movamos al mundo.


Secretaria Bilingüe

Por MAR MARTÍNEZ LEONARD

El teléfono suena.

-Habla Andrea. ¿Me regala un número de contacto?

-No tengo un número que pueda dejarle, señorita, he sido arrestado y necesito un abogado.

-No se preocupe, déjeme su nombre y el teléfono de un familiar o de un amigo.

Ross acaba de cruzar el portón de entrada al bufete y Andrea siente su presencia detrás de la oreja, junto al identificador de llamadas: “No estoy autorizado en esa jurisdicción. Cuelga ya, tienes otra llamada”.

-Lo siento mucho señor, pero no podemos ayudarle. Nuestro despacho sólo trabaja localmente. Le deseo buena suerte.

La figura de Ross se mueve ahora como un yoyó que se aleja y se acerca visitando archivadores frente a Andrea.

-Necesito la carpeta de las doce.

­-Ya la tiene, señor. Está sobre su mesa.

Andrea camina hacia la cocina y sirve dos tazas de café, luego va hasta el despacho gris de Ross y posa una de las tazas sobre el escritorio abarrotado de papeles. Se oye el timbre, y detrás del portón hay una mujer hispana de unos treinta años con un niño pequeño de la mano. Otro niño y una niña más mayores entran también con ella.

-Pasen, por favor. ¿Le apetece un café, o quiere agua para usted o los niños?

-Ah, qué amable. Sí, por favor; un café y dos vasos de agua.

Andrea va hasta la cocina, vuelve con dos vasos de agua mineral y una taza de café, luego entra en el salón de reuniones, donde está la hija de Ross: “Tengo que hablar contigo. Por favor, no des café a los clientes. Sólo agua está bien”.

Andrea vuelve a su escritorio:

-El licenciado se reunirá con usted en unos minutos -dice a la mujer hispana.

Andrea busca una emisora con música tropical y sube un poco el volumen. En su escritorio guarda un pequeño tesoro de datos de personas que han sido arrestadas y aún no tienen representación legal. Aguarda afanosa la hora del almuerzo en que estará sola, quizá algún otro bufete de extranjería probono llevará los casos.

-Me voy a almorzar, y luego a casa.

-Muy bien, doña Darna.

-Una cosa más, déjame las cartas dentro de mi oficina, no afuera.

-Por supuesto, doña Darna. No volverá a ocurrir.

Ya sólo quedan Ross y su hija en la oficina. En unos minutos, la hija de Ross terminará la reunión con su cliente y se irá a almorzar. Entonces, Andrea tendrá chance de hacer esas llamadas.

­-Me voy a almorzar. Va a venir a limpiar Sonia. Por favor, abre la puerta si no he vuelto.

-Por supuesto, don Ross.

La puerta de la sala de reuniones se abre y sale de ella la hija de Ross, seguida por la mujer hispana con los niños.

-Abre un archivo nuevo y guarda estos documentos en él.

-De acuerdo. En seguida.

La mujer hispana sonríe y dice adiós.

-Me voy a almorzar.

-Muy bien.

Andrea corre hacia su mesa. Quizá no coma nada hoy. Hay cacahuetes en la cocina. Saca su pequeño tesoro de nombres y números, y descuelga el teléfono.

LA RAZÓN DE UNA ILUSIÓN

Por JOSÉ GALILEO CONTRERAS ALCÁZAR

Es el medio día, la paz del domingo invade con su blanquísima luz las ventanas de esta habitación, amable sí, a las 10 pasó el doctor Ramón con sus instrumentos para la presión, mi corazón “como un toro, pero no olvide sus pastillas”. Ya espero la hora del dominó en que podamos probar algún aperitivo con los compañeros de esta casa. No me puedo quejar, para haber sido un trabajador de cuello azul por más de treinta años, no se me quitan las ganas de amistar con los viejos, sobre todo, que son los compañeros de todos los días, y con los jóvenes que vienen de no sé qué colegios tres veces por semana. Me gusta jugar a ser el abuelo que nunca fui, y platicar de las cosas que ya no recuerdo. Tampoco puedo precisar bien si los que nos visitan son siempre los mismos o son otros, pero lo mismo da, porque lo que ellos me dan a mi es esta bella ilusión de saber que en los noventa años de vida que llevo, y por los que me queden aún, ni viviré ni moriré solo.

Poemas, microrrelatos y traducciones

Este blog o revista literaria online tiene la intención de recoger y compartir poemas y microrrelatos de cosecha propia, acompañados de imágenes de artistas plásticos favoritos. También se comparten poemas y relatos de autores amigos, así como semblanzas de autores sobre cuya obra nos gustaría arrojar un poco de luz por considerarla de gran calidad.

Hasta ahora, hemos publicado textos de los siguientes autores y artistas plásticos: Galileo Contreras Alcázar, Mar Martínez Leonard, Antonio Arjona, Sulayr Egea, Alicia Bolarín, Carmen Arriaza, Javi P.P.M., Robert Fernández, Luis Alberto Ramírez Barraza, Jerónimo Martínez González, Daniel Scriptum, Oliver Caspers y Adalberto Guerra.

Desde que iniciamos nuestro recorrido en octubre de 2019, hemos ampliado en lo posible nuestros medios editoriales y humanos.

A día de hoy, seguimos siendo un blog humilde en medios materiales, pero nunca nos falta la motivación para seguir creando y publicando.


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