El ídolo de plástico o el círculo de Möbius

Por Galileo Contreras Alcázar

Teníamos que considerarlo de carácter urgente, nadie hacía hincapié en la gravedad del problema que nos significaba las toneladas de botellas, bolsas, juguetes y todo tipo de cacharros plásticos a los que éramos adictos. Algo tenía que significar aquella montaña acumulada a un lado del parque en el que de niños jugábamos. Ahora lo sabíamos, quizá era cuestión de tiempo para que termináramos ahogados en una fatal inundación, cada vez más abundante y perniciosa, por todos esos plásticos flotantes que terminaban acumulados, ahí, cerca de nuestras memorias de la infancia, al fin y al cabo nosotros mismos seríamos nuestros propios enterradores, usuarios de él desde los pañales, biberones, suelas, acostumbrados a su fatal y casi inextinguible compañía. Me parece increíble que este envase vaya a vivir más que yo, y así sería sino fuera que ya en el pueblo nos hemos levantado y dado la mano para depurar esa montaña, revertirla y manejarla como lo que es, más que basura memoria, pedazos de cosas con las que hemos vivido y debemos de cargar e ir cambiando, sustituyendo, reciclando. Quien hubiera dicho que ahora la “basura” nos haría más conscientes, más vecinos, más humanos.


Imagen de http://www.ecoticias.com


La fiebre del oro negro

Por JOSÉ GALILEO CONTRERAS ALCÁZAR

Teníamos las manos negras, de los pantalones chorreaban gruesos hilos viscosos que venían a dar a la arena, más negra aún, de la playa. No quedaba un alma en la ciudad, todos venían a borbotones a buscar algo que hacer con ese oro acumulado que al final nos había empobrecido. Las gaviotas y palomas no podían volar, terminaban como manchas muertas en cualquier acera, los peces muertos más grandes los pasábamos de mano en mano por grandes filas de hombres y mujeres que ahora maldecían la voracidad del caos que el petróleo nos regalaba. Qué nos deparará ahora si después de tanta compañía, después de tanto progreso a su lado, solo nos veníamos envenenando, si después de venerar las venas negras que nos hacían mover el mundo ahora el mundo nunca más se movería. Era triste, pero también fue grandemente esperanzador que desde ahora nosotros seremos los que movamos al mundo.


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