
Por ANTONIO ARJONA
Mi hija Silvia, mi hijo Daniel y yo elevamos sueños hasta la luz del sol para construir con ellos nuestro hogar. Despertamos, y la realidad nos da un buen vaso de mala leche. Esta tarde, mientras escarbaba en uno de los contenedores que nos suministra el menú diario, Silvia devoró una salchicha sin que yo descubriese la fechoría. Al llegar la noche, para cenar, tan sólo había sopa de esperanza y frío. Silvia entró en la chabola y vio como su hermano Daniel era azotado por la sucia mano del hambre, la culpa le dio patadas en las tripas hasta que vomitó la carne arrebatada de las fauces de la miseria.
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Ilustración de Elian Tuya
Ufffff!! ❤️
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Gracias por leer el blog. Saludos cordiales.
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Excelente.
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Gracias en nombre del autor. Saludos cordiales.
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Gracias a él, al autor. Y, en general, excelentes textos los que llevo leídos, conste que mis simples «me gusta» son mis «excelentes», aunque a veces, en busca de otras publicaciones, olvido poner «me gusta». Lo mismo que se me olvida tantas veces lo de seguir a quienes me siguen, discúlpame tú, Brisa, y que todos/as me disculpen, para más no doy y hay mucho y muy bueno en WP (y de lo contrario también, claro, como en la vida misma).
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Siempre encantada de recibir tus comentarios, amigo. Gracias 🙏
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Muy crudo, tal vez como la realidad de esa miseria que a día de hoy nos debiera de dar vergüenza ajena 🖐
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🖐Saludos cordiales.
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Qué tema…
muy bien tratado por cierto. Felicitaciones
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Estoy de acuerdo, María Luisa. Gracias en nombre del autor, y encantados de recibir tu comentario.
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