
Por Jerónimo Martínez González
Dentro de una cajita de madera, en un rincón secreto, tengo guardado lo siguiente:
-el golpe seco de unos zuecos en el fondo del valle una mañana quieta y, después, el rítmico deslizar de la guadaña en el prado
-de vez en cuando, el áspero roce de la piedra de afilar en la hoja
-la lluvia interminable

-el sopor de las once de la mañana en clase de Ontología
-el eco en oleadas de la verbena en la Plaza del Corro de San Pedro mientras doy un último repaso a las tesis para el examen final
-la mirada de una muchacha de ojos oscuros una tarde de otoño con la que nos cruzamos en el puente sobre el río una tarde camino de San Vicente de la Barquera
-la socarronería tierna del Padre Teófanes
–circunspectio in acuitate Patris Muñoz
-la fascinación al entrever en la amanecida por la ventanilla del tren el alto valle de la Montaña húmedo y verde, suave y verde, íntimo y verde, fresco y verde, verde y verde

-un paseo por un estrecho camino de barro entre los castaños y los zarzales con la música del chistu de Arriola en el fondo de todas las conversaciones
-el diálogo entre la Schola Cantorum desde el coro y los bancos repletos de la nave de la iglesia cantando motetes y salmos en el silencio de la Semana Santa
-una salve marinera bajo los plátanos enfrente de la puerta de la iglesia un atardecer del mes de mayo
-el descanso y la satisfacción al entender por fin después de muchas vueltas las razones por las que voluntas Dei terminative sumpta est … ya no recuerdo si libera o necessaria
-el súbito revuelo de hojas y hierbajos y el estremecimiento de los árboles al llegar desde el mar una galerna
-el perfil de la Cordillera Cantábrica con el Naranjo de Bulnes
-Martín hablándome de los pegujales de Soria y Pais de los pájaros de Galicia
-las ardientes discusiones en la terraza alrededor del patio
-las manos vellosas, el andar desequilibrado por el cilicio y la enorme cabeza inclinada del Padre Nieto cuando se adelanta por el pasillo de la iglesia para hablarnos
-un salto mortal de Fabio al entrar al campo para jugar un partido

-los pájaros que me despiertan saludando al amanecer en la fachada principal
-el Concilio, la muerte y la entronización de los papas, la sustitución del Padre Azpeitia por el Padre Quevedo
-los otoños, los inviernos y las primaveras
-la lluvia interminable
-en Almería, los cerros ásperos de piedra y el mar azul intenso bajo el aire transparente
-aquí, sobre el gris cambiante del Cantábrico y la gama infinita de verdes, la lluvia interminable, la lluvia interminable…