Me ato en la luz inexistente de la nada y dejo caer mi vida en el fondo del sillón para abrir mis oídos al murmullo del vacío mediático, televisión y radio, mercadotecnia; dejan mi cuerpo como una lata de coca sin “chispa de la vida”… amén.
Dentro de una cajita de madera, en un rincón secreto, tengo guardado lo siguiente:
-el golpe seco de unos zuecos en el fondo del valle una mañana quieta y, después, el rítmico deslizar de la guadaña en el prado
-de vez en cuando, el áspero roce de la piedra de afilar en la hoja
-la lluvia interminable
-el sopor de las once de la mañana en clase de Ontología
-el eco en oleadas de la verbena en la Plaza del Corro de San Pedro mientras doy un último repaso a las tesis para el examen final
-la mirada de una muchacha de ojos oscuros una tarde de otoño con la que nos cruzamos en el puente sobre el río una tarde camino de San Vicente de la Barquera
-la socarronería tierna del Padre Teófanes
–circunspectio in acuitate Patris Muñoz
-la fascinación al entrever en la amanecida por la ventanilla del tren el alto valle de la Montaña húmedo y verde, suave y verde, íntimo y verde, fresco y verde, verde y verde
-un paseo por un estrecho camino de barro entre los castaños y los zarzales con la música del chistu de Arriola en el fondo de todas las conversaciones
-el diálogo entre la Schola Cantorum desde el coro y los bancos repletos de la nave de la iglesia cantando motetes y salmos en el silencio de la Semana Santa
-una salve marinera bajo los plátanos enfrente de la puerta de la iglesia un atardecer del mes de mayo
-el descanso y la satisfacción al entender por fin después de muchas vueltas las razones por las que voluntas Dei terminative sumpta est … ya no recuerdo si libera o necessaria
-el súbito revuelo de hojas y hierbajos y el estremecimiento de los árboles al llegar desde el mar una galerna
-el perfil de la Cordillera Cantábrica con el Naranjo de Bulnes
-Martín hablándome de los pegujales de Soria y Pais de los pájaros de Galicia
-las ardientes discusiones en la terraza alrededor del patio
-las manos vellosas, el andar desequilibrado por el cilicio y la enorme cabeza inclinada del Padre Nieto cuando se adelanta por el pasillo de la iglesia para hablarnos
-un salto mortal de Fabio al entrar al campo para jugar un partido
-los pájaros que me despiertan saludando al amanecer en la fachada principal
-el Concilio, la muerte y la entronización de los papas, la sustitución del Padre Azpeitia por el Padre Quevedo
-los otoños, los inviernos y las primaveras
-la lluvia interminable
-en Almería, los cerros ásperos de piedra y el mar azul intenso bajo el aire transparente
-aquí, sobre el gris cambiante del Cantábrico y la gama infinita de verdes, la lluvia interminable, la lluvia interminable…
Xavier Villaurrutia (1903 – 1950) was a Mexican poet and playwright whose famous works are the short theatrical dramas called Autos profanos. His notable works also include his poetic writings Reflejos and Nocturnos.
THE KINDNESS OF LIFE
A humble truth as rest, a peaceful silence, a beloved book; all known, and all remembered, a quite daily wake-up in the hamlet.
Not the useless grief, if I do not reach pleasure in the ripened cluster, for my mouth, a kiss of love and for my face, a peaceful mirror.
That is life, supreme kindness like a blue scent of lavender in a frugal room with lifeless shadows.
Closing your eyes with the friendly evening and getting them used to the saying that death will find them closed.
[Escrito al dorso: junio 13 de 1936. Recuerdo de Paco]
Por JERÓNIMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ
Ha llovido en el pueblo esa mañana. Los muchachos de izquierdas que van a incorporarse al servicio militar el próximo 1º de julio han posado frente a la cámara fotográfica en la acera de cantos rodados del tío Domingo el Biñolero (el Papa Domingo, mi abuelo). Con el barrizal en el que se convierten las calles cuando llueve se han manchado las alpargatas nuevas. Llevan puesta la mejor ropa que tienen. Es la fiesta patronal de El Contador *, el día de San Antonio.
En la plaza se han instalado, como cada año, dos o tres turroneros con sus puestos, donde se exhiben tacos de turrón de a perra gorda * cuidadosamente cortados y alineados, y enormes dulces bañados de azúcar junto con multicolores bastones de caramelo y blancas peladillas.
Ha venido también el fotógrafo ambulante y ha instalado a la sombra de una casa su cámara, una gran caja apoyada en un trípode con el objetivo en un lado y una ancha manga de tela negra en el otro. Cuando alguien se quiere hacer una foto, el fotógrafo lo coloca contra el fondo de una pared, buscando quizás el amparo psicológico de la casa como el toro busca en la lidia el amparo de las tablas.
El fotógrafo, vestido con un guardapolvo gris, mete la cabeza y los hombros dentro de la cámara para apreciar el encuadre y la distancia. Acerca o retira la cámara para conseguir el mejor enfoque. Cuando ya lo tiene, saca definitivamente la cabeza de la manga, inserta en la ranura una placa fotográfica, se coloca al lado derecho de la cámara, agarra el pulsador que mediante un cable abre el objetivo, se pone solemne y avisa de que ahora hay que estarse quieto y, si el fotografiado es un niño, le dice que por el objetivo va a salir un pajarito. Pulsa el botón durante un largo momento calculado sabiamente en función de la luminosidad. Después saca la placa y la mete en un calderete con revelador que cuelga sobre el trípode, debajo de la cámara. Un rato más tarde, la foto estará lista.
Mi padre es el muchacho de ropa clara que está en el centro del grupo. Tiene 18 años y se va a incorporar dentro de dos semanas al cuartel de artillería de Cartagena para hacer el servicio militar. Mi madre, junto con su hermano Nicolás y Fresina, se asoma divertida a la reja.
Al pueblo no llega la radio ni los diarios. Pero las noticias van llegando por el camino de las bocas, de los susurros primero y de los comentarios y los movimientos abiertos después. Se ha proclamado la República; en las manos del pueblo está liberarse de los curas y los caciques; hay un gobierno del Frente Popular salido de las urnas en las que la gente, incluidas las mujeres, han expresado su voluntad libre.
Los padres de estos muchachos han luchado y, en algunos casos, han muerto en la guerra de África, sus abuelos en la de Cuba. Ahora saben que, si tienen que luchar, no va a ser por intereses lejanos como las empresas coloniales o el prestigio de la nación. Saben que esta vez, si luchan, van a luchar por ellos mismos, por su pan y su dignidad.
Y están dispuestos. En contraste con el gesto sonriente de las muchachas, se plantan ante la cámara con gesto seguro y voluntarioso, en una fila ya casi miliciana y compartiendo el gesto solidario del puño cerrado.
Pero van a perder también esta guerra. Dentro de tres años, cuando todavía no tengan veintiuno, Martín, el Peseto y Paco volverán al pueblo, dominado ya por clérigos y falangistas envalentonados por la victoria. Juan José y Agustín emigrarán a la Argentina. Manuel, el que está detrás de mi padre, morirá pronto en algún paisaje extraño durante la guerra. Francisco, el muchacho campesino alto y desgarbado con flequillo y la chaqueta abierta, huirá a Francia después de la guerra, se incorporará a la resistencia francesa, será capturado por los nazis y encerrado en el campo de exterminio de Gussen en Mauthausen donde morirá el día de Navidad de 1941. Habrán muerto, una vez más, inútilmente.
Pero hoy es el día de San Antonio. Los trigos están en sazón después del largo invierno serrano y las parras anuncian las delicias de la uva; la sonrisa de las muchachas es dulce y dulce es también el turrón que venden por unos céntimos entre músicas en la plaza. Hoy es tiempo todavía.
……………………………………………………………………………………………………………
* El Contador, Almería.
* La perra gorda era el nombre coloquial con el que se denominaba a la moneda española de 10 céntimos de peseta. Este nombre fue dado en alusión al extraño león que aparecía en el reverso.
*Cartel de la República protectora de la infancia y la cultura.